La Renta Básica supondría una garantía de la
efectividad de la igualdad y la libertad republicanas y su
extensión a todos y a todas, que eso y no otra cosa, es la
fraternidad.
JOSÉ MIGUEL SEBASTIÁN
OBSERVATORIO DE RENTA BÁSICA DE ATTAC-MADRID
El republicanismo democrático, partiendo del concepto de la libertad como ausencia de dominación, se basa claramente en la independencia material o económica como criterio de ciudadanía plena. Desde este punto de vista, la republica es una comunidad de ciudadanos libres con capacidad económica suficiente para no estar sometidos o condicionados por la voluntad arbitraria de otros en el ejercicio de los derechos constitucionalmente reconocidos, es decir, ciudadanos que se autogobiernan tanto en su vida privada como en la pública.
Y el socialismo, entendido en frase de Karl Marx como “sistema republicano de asociación de productores libres e iguales”, es continuador de esta concepción de la libertad del ala democrático-plebeya y jacobina de la Revolución Francesa, esto es, aquella según la cual libertad es independencia respecto de la voluntad arbitraria de otro, ya sea el Estado o un particular, fundamentada siempre en la posesión de bases materiales suficientes para asegurar la existencia social de todos los ciudadanos y garantizada, como pretendía Robespierre, mediante la sustitución de una “economía política tiránica” por una “economía política popular”.
Por consiguiente, cuando hablamos desde la izquierda de republicanismo nos referimos, no sólo a la opción por la forma de gobierno republicana frente a la monárquica, sino también a una visión de la sociedad y del Estado en la que, entre otros rasgos definitorios, se excluye todo tipo de dominación ya sea política, social, económica, religiosa, cultural o de genero. El concepto republicano de libertad es hoy un concepto activo, ligado a la igualdad y a la fraternidad. Ese ideal republicano de libertad no se limita a los derechos formales, sino que se basa en la creación de mecanismos institucionales que doten de seguridad material y económica a todos los ciudadanos, evitando que queden excluidos de la ciudadanía plena los que carecen de recursos. Sin independencia económica las posibilidades de disfrutar de la libertad de cualquier ciudadano se ven ciertamente limitadas.
Y por ello, la Renta Básica de Ciudadanía, definida como ingreso económico pagado por el sector público a cada ciudadano o residente de pleno derecho, incluso en el caso de que no quiera trabajar remuneradamente, independientemente de otras fuentes de renta que pueda poseer y sin importar con quien conviva, con unos rasgos formales de laicidad, incondicionalidad y universalidad equiparables a los del sufragio universal, es una propuesta que encaja plenamente en el republicanismo democrático, porque universalizaría un nivel razonable de independencia económica de todos los ciudadanos y aumentaría su libertad para vivir su vida con dignidad y respeto, especialmente para los sectores más vulnerables.
Sería un instrumento que facilitaría salir de la exclusión social a buena parte de quienes están inmersos en ella, permitiría a los trabajadores asalariados ganar en poder de negociación frente a los empresarios o, al menos, en libertad de elección a la hora de poder rehusar un trabajo en condiciones precarias y facultaría a muchas mujeres, al gozar de cierta independencia económica, poner fin a situaciones de convivencia no deseada. Asimismo constituiría un reconocimiento de las otras formas de trabajo socialmente productivas distintas del trabajo asalariado, como el trabajo voluntario o de cuidado de otros.
Por otra parte, en los llamados Estados del bienestar el reconocimiento formal de la igualdad de derechos no ha comportado la igualdad real de las condiciones de vida de los ciudadanos. Los actuales sistemas de protección social y las políticas asistenciales no han acabado con la pobreza, la exclusión social y los espacios de dominación privados: la dominación económica, la dominación cultural o la dominación de género. Asimismo, los subsidios de cobertura de mínimos a los más necesitados han generado una importante espiral de dependencia en muchas personas, que no les permite desarrollar, ni muchas veces siquiera plantearse, sus respectivos planes de vida. Han originado la estigmatización de quien tiene que demostrar su incapacidad para obtener recursos a fin de acceder a un determinado subsidio y han fomentado las llamadas trampas del paro y la pobreza.
La Renta Básica no es, desde luego, una panacea. Por sí sola, no basta para transformar esa realidad y las desigualdades que el sistema capitalista conlleva. Pero su implantación, además de erradicar la pobreza, racionalizaría, objetivaría y mejoraría el sistema de protección social y sería compatible y con la defensa de la universalidad e incondicionalidad de las prestaciones sanitarias, educativas y culturales públicas e incrementaría el grado de autonomía de una buena parte de la población en sus elecciones de participación en el mercado de trabajo.
En definitiva, la Renta Básica supondría una garantía de la efectividad de la igualdad y la libertad republicanas y su extensión a todos y a todas, que eso y no otra cosa, es la fraternidad.
Asimismo, desde la otra faceta republicanista de la libertad, como derecho y deber a la participación en la res pública, pocas medidas podrían coadyuvar más a fomentarla que la existencia de un ingreso de ciudadanía que asegurase un mínimo de existencia social, es decir de incorporación material a la comunidad política con independencia de cualquier otra consideración. Para conseguir una democracia republicana deliberativa, en la que los ciudadanos se impliquen responsablemente en los asuntos públicos en condiciones de igualdad, es imprescindible garantizar la suficiencia económica que asegure la autonomía y la independencia frente a cualquier tipo de interferencia arbitraria y, al mismo tiempo, establecer los instrumentos políticos y educativos que posibiliten y potencien el control y la intervención directa de los administrados en las decisiones políticas.
En suma, únicamente a partir del fomento de una ciudadanía consciente, será posible construir una democracia republicana que supere el formalismo procedimental del sistema político de representación liberal. Sin ciudadanía no puede existir una verdadera República e, indudablemente, una Renta Básica mínimamente suficiente contribuiría a crearla.
JOSÉ MIGUEL SEBASTIÁN
OBSERVATORIO DE RENTA BÁSICA DE ATTAC-MADRID
El republicanismo democrático, partiendo del concepto de la libertad como ausencia de dominación, se basa claramente en la independencia material o económica como criterio de ciudadanía plena. Desde este punto de vista, la republica es una comunidad de ciudadanos libres con capacidad económica suficiente para no estar sometidos o condicionados por la voluntad arbitraria de otros en el ejercicio de los derechos constitucionalmente reconocidos, es decir, ciudadanos que se autogobiernan tanto en su vida privada como en la pública.
Y el socialismo, entendido en frase de Karl Marx como “sistema republicano de asociación de productores libres e iguales”, es continuador de esta concepción de la libertad del ala democrático-plebeya y jacobina de la Revolución Francesa, esto es, aquella según la cual libertad es independencia respecto de la voluntad arbitraria de otro, ya sea el Estado o un particular, fundamentada siempre en la posesión de bases materiales suficientes para asegurar la existencia social de todos los ciudadanos y garantizada, como pretendía Robespierre, mediante la sustitución de una “economía política tiránica” por una “economía política popular”.
Por consiguiente, cuando hablamos desde la izquierda de republicanismo nos referimos, no sólo a la opción por la forma de gobierno republicana frente a la monárquica, sino también a una visión de la sociedad y del Estado en la que, entre otros rasgos definitorios, se excluye todo tipo de dominación ya sea política, social, económica, religiosa, cultural o de genero. El concepto republicano de libertad es hoy un concepto activo, ligado a la igualdad y a la fraternidad. Ese ideal republicano de libertad no se limita a los derechos formales, sino que se basa en la creación de mecanismos institucionales que doten de seguridad material y económica a todos los ciudadanos, evitando que queden excluidos de la ciudadanía plena los que carecen de recursos. Sin independencia económica las posibilidades de disfrutar de la libertad de cualquier ciudadano se ven ciertamente limitadas.
Y por ello, la Renta Básica de Ciudadanía, definida como ingreso económico pagado por el sector público a cada ciudadano o residente de pleno derecho, incluso en el caso de que no quiera trabajar remuneradamente, independientemente de otras fuentes de renta que pueda poseer y sin importar con quien conviva, con unos rasgos formales de laicidad, incondicionalidad y universalidad equiparables a los del sufragio universal, es una propuesta que encaja plenamente en el republicanismo democrático, porque universalizaría un nivel razonable de independencia económica de todos los ciudadanos y aumentaría su libertad para vivir su vida con dignidad y respeto, especialmente para los sectores más vulnerables.
Sería un instrumento que facilitaría salir de la exclusión social a buena parte de quienes están inmersos en ella, permitiría a los trabajadores asalariados ganar en poder de negociación frente a los empresarios o, al menos, en libertad de elección a la hora de poder rehusar un trabajo en condiciones precarias y facultaría a muchas mujeres, al gozar de cierta independencia económica, poner fin a situaciones de convivencia no deseada. Asimismo constituiría un reconocimiento de las otras formas de trabajo socialmente productivas distintas del trabajo asalariado, como el trabajo voluntario o de cuidado de otros.
Por otra parte, en los llamados Estados del bienestar el reconocimiento formal de la igualdad de derechos no ha comportado la igualdad real de las condiciones de vida de los ciudadanos. Los actuales sistemas de protección social y las políticas asistenciales no han acabado con la pobreza, la exclusión social y los espacios de dominación privados: la dominación económica, la dominación cultural o la dominación de género. Asimismo, los subsidios de cobertura de mínimos a los más necesitados han generado una importante espiral de dependencia en muchas personas, que no les permite desarrollar, ni muchas veces siquiera plantearse, sus respectivos planes de vida. Han originado la estigmatización de quien tiene que demostrar su incapacidad para obtener recursos a fin de acceder a un determinado subsidio y han fomentado las llamadas trampas del paro y la pobreza.
La Renta Básica no es, desde luego, una panacea. Por sí sola, no basta para transformar esa realidad y las desigualdades que el sistema capitalista conlleva. Pero su implantación, además de erradicar la pobreza, racionalizaría, objetivaría y mejoraría el sistema de protección social y sería compatible y con la defensa de la universalidad e incondicionalidad de las prestaciones sanitarias, educativas y culturales públicas e incrementaría el grado de autonomía de una buena parte de la población en sus elecciones de participación en el mercado de trabajo.
En definitiva, la Renta Básica supondría una garantía de la efectividad de la igualdad y la libertad republicanas y su extensión a todos y a todas, que eso y no otra cosa, es la fraternidad.
Asimismo, desde la otra faceta republicanista de la libertad, como derecho y deber a la participación en la res pública, pocas medidas podrían coadyuvar más a fomentarla que la existencia de un ingreso de ciudadanía que asegurase un mínimo de existencia social, es decir de incorporación material a la comunidad política con independencia de cualquier otra consideración. Para conseguir una democracia republicana deliberativa, en la que los ciudadanos se impliquen responsablemente en los asuntos públicos en condiciones de igualdad, es imprescindible garantizar la suficiencia económica que asegure la autonomía y la independencia frente a cualquier tipo de interferencia arbitraria y, al mismo tiempo, establecer los instrumentos políticos y educativos que posibiliten y potencien el control y la intervención directa de los administrados en las decisiones políticas.
En suma, únicamente a partir del fomento de una ciudadanía consciente, será posible construir una democracia republicana que supere el formalismo procedimental del sistema político de representación liberal. Sin ciudadanía no puede existir una verdadera República e, indudablemente, una Renta Básica mínimamente suficiente contribuiría a crearla.
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